Cruzó la puerta y caminó hasta el centro de la sala, cortando con sus pisadas el fulgor del silencio. retiró la capucha de color pardo con ambas manos, descubriendo un rostro joven, muy pálido, capitaneado por dos ojos de iris azabache, tan profundos como absorbentes. Una estruendosa oleada metálica conquistó cada rincón del habitáculo: Todas las espadas desenvainadas de aquél lugar lo conocían.
- Sabe que no eres bienvenido aquí, Mhu-Ghen. Vete ahora y no tendrás problemas con nosotros.- La voz trémula que le hablaba no lo temía, más bien lo aborrecía.
- Esa es forma de recibir a un principe, Sihr-Thal "la Saeta de la Tormenta Helada"? Eres bastante más manso de lo que escuché, dicen que primero disparas y después preguntas... Por lo que veo eres más sabio que temperamental fuera de las leyendas urbanas. Haces bien.- Algunos de los guerreros rezaban en silencio sus oraciones. Pocos eran los que lo veían de cerca y vivían para contarlo, y esta era la segunda vez que aparecía. El aire se había vuelto tan denso que hasta se hacía visible. Mhu-Ghen sentía en su piel el miedo de todos ellos. Como lo disfrutaba! En parte le daba rabia que Sihr-Thal ni se inmutara. su pulso era frío, muerto.ni siquiera usando el Instinto presentía el mínimo temblor en él. Realmente merecía esa corona.- Esta vez no he venido a pelear, más bien, tenemos intereses comunes: he descubierto la localización exacta del nexo y aquí tengo la prueba.- Continuó, mostrando el cuaderno viejo que transportaba.- Es el primer Diário de Bryan Lucyus Black.
Sihr-Thal era el único que contemplaba a "La Sombra", los demás lo miraban a él, como esperando una respuesta que llegara de súbito. Pero los ojos del soberano ni se inmutaban, miraban fijamente a los de Mhu-Ghen, todavía con ese matiz de advertencia. Qué tipo de truco era aquél? La solución del conflicto que llevó a dos Grandes Guerras estaba en un cuaderno viejo? Ni siquiera se podía asegurar que fuera del mismísimo Tehn Dhan Nah-Rhu. De hecho tantos habían aparecido ya asegurando que eran el Bryan orginal que la situación se había convertido en un cuento en el que, cuando saliera el verdadero, quizás nadie lo creería, tendría que esforzarse.
- Cuando comenzó a escribirlo, como se os hará evidente, ya había pasado por aquella situación hacía tiempo, pero lo escribió sabiendo que algo fuerte iba a pasar y que alguien iba a leer esto, está claro. El texto está lleno de alegorías, y además narra cómo todo empezó. Os lo prestaré. Mañana volveré a por una respuesta, que espero que sea optimizadora. Y recordad: el libro está bajo mi influencia dimensional, lo que significa que, si tratáis de usarlo como una baza para negociar, simplemente lo destruiré.- Dio un último vistazo a su alrededor, tratando de cruzar su mirada con la de alguno de ellos, pero todos lo evitaban: sabían la consecuencia de tal error. Después miró al rey, este no solo no lo evitaba, si no que lo miraba fijamente desde sus ojos de azul cristalino. Al fin y al cabo era el único de los Nueve que había soportado el sello del Frío Infinito en los ojos, no iba a temer a una sombra. Sintió una fuerte tentación de usar su técnica contra él, pero iba a solucionar nada en ese momento, necesitaba a sus tropas para la guerra y, principalmente, su Visión Helada. Sin más, dejando el libro en el lugar que habían ocupado sus pies, dio media vuelta y desapareció por la puerta.
Sihr-Thal, tras meditar un poco, comprendió que no había ningún motivo para que Mhu-Ghen los atacara, difícilmente aquél libro era una trampa explosiva, así que él propio se levantó, lo cogió y comenzó a dictar:
"LIBRO PRIMERO: EL GUARDIÁN DE LA PUERTA DIMENSIONAL.
Hola. Mi nombre es Bryan, Bryan Lucyus Black. Sé que a muchos les parecerá fantasía, pero la historia que estoy a punto de contarles es verídica, tanto como lo son la noche y el día, o el aire que respiramos. si de todas formas no la van a creer, entonces simplemente siéntense y dedíquense a disfrutarla.
Nací el siete de mayo de mil novecientos noventa en el mismo planeta, galaxia y universo que ustedes, por tanto, en la Tierra. Ese fue mi primer nacimiento, mi primera existencia humana. Como todos, pasé por varios percances familiares, económicos, amorosos, laborales y toda una gran lista de estímulos de la vida que me había tocado. No fue hasta más adelante que entendí que, de hecho, más bien la había elegido. A los dieciocho años de edad, un hallazgo cambió mi vida para siempre: Un portal luminoso, de no más de un metro noventa, se abrió ante mis ojos, en aquél rincón oscuro y apartado de la multitud que se aglomeraba por prácticamente toda la Plaza España, ahí, en Barcelona, en una de aquellas noches de verano en las que se exhiben todas las luces y colores de la gran fuente luminosa que protagoniza la escena. Irradiaba una luz tenue, con una especie de brillo carmín, y parecía tan frágil que una brisa la hubiera roto como si fuera cristal, o lo habría disipado como si fuera polvo. No se veía nada del otro lado, solo un fondo blanco, pero se intuía que aquello tenía una profundidad infinita. Como un gato curioso pero cauteloso, empecé a acercarme muy lentamente, tratando de no hacer ruido ni con la respiración, como temiendo que la escena se disolviera. me moría de ganas de comprobar que alguien estuviera viendo lo mismo que yo, pero no me atrevía a apartar la vista. /estaba a unos dos pasos de esa luz cuando me di cuenta de que ya no escuchaba los rumores del tránsito ni de la multitud, de hecho no veía nada más que ese fenómeno.
-¿Qué es esto?- me preguntaba.-¿Acaso me estoy muriendo?¿Ésta es la luz de la que hablan los moribundos?¿Cómo puedo estarme muriendo?¿Qué hago ahora?- Todos los miedos afloraron entonces, dados de la mano con la morbosidad de querer lanzarme al otro lado."Ven". Una voz retumbó en mi cabeza. "Ven, no nos temas, no somos tus enemigos..." Hablaba como en un susurro, pero sentía que la escuchaba con todas las células de mi cuerpo. No supe descifra si era masculina o femenina, pero era muy imponente. Casi sin darme cuenta, mis piernas empezaron a caminar solas hacia la luz de nuevo. Les pedía que pararan, pero al mismo tiempo agradecía su desobediencia, entregándoles así toda mi confianza. Me percaté con cierto alivio de que los brazos sí los controlaba, así que los mantenía levantados, tratando de palpar el resplandor. Cuando la luz tocó mi cara, perdí el conocimiento."