Powered By Blogger

personas que ya leyeron esto.

Datos personales

lunes, 26 de agosto de 2013

LA PRIMERA MISIÓN: EL ORIGEN DE RÍO DE PAZ(PARTE 2)

[...]

"-¿Porqué piensas que eres tú quien hace las preguntas?- Su voz era profunda, y su tono dejaba claro que hacía tiempo que cumplía con esa rutina.- Bryan ¿eh? Qué nombre tan raro, ¿Dé dónde lo has sacado?

-Escucha, me encantaría seguir conversando, pero hay una bestia ahí abajo tratando de encontrarme para devorarme, diría que es un felino, y siendo así, tendrá menos dificultad que yo para subir hasta aquí.

-No eres capaz de intercambiar informaciones conmigo, así que sigues queriendo ser un desconocido y, por tanto, nada de más para mí, creo que simplemente te mataré, te dejaré de cebo para esa criatura y me escaparé. Sí, no veo porqué no hacerlo... adiós...

-¡Espera!- Mis sentidos se activaron hasta tal punto que hasta parecía que mis ojos veían a tres cientos sesenta grados. No sé como llegué a descubrir que mi interlocutor usaba una ballesta.- Vale, tengo éste nombre porque es el que me fue otorgado por mis padres, mis progenitores, ¿Sabes?- Hablaba como si tuviera poco tiempo, como si hubiera una bomba a punto de estallar a mi lado.- Mira, quiero saber tanto como tú porqué estoy aquí, pero si no me das esa oportunidad...- me moría de ganas de girarme, pero sabía que él me estaba apuntando, así que lo miraba por el rabillo del ojo. Tanto tiempo lo miré así que hasta llegué a marearme un poco, casi perdí el equilibrio. Miré hacia adelante, apelando a ese instinto humano de querer saber dónde vamos a caer, cerciorándome de algo asustador: Mi perseguidor acababa de aparecer en la escena, y era una pantera, negra como el carbón mojado.- E... Está ahí... Parece que no nos ha visto... aun. 

-Es imposible...- Casi sin querer me giré hacia quien me custodiaba, y constaté que me apuntaba con una ballesta. Era joven, debería tener poco más de veinte años, o por lo menos eso aparentaba. un pelo azul oscuro0 descendía hasta sus hombros protegidos por una armadura ligera de tonos plateados y negros. su piel era blanca, sus ojos celestes, su constitución más bien atlética y su semblante lucía un aire aborrecido que parecía crónico. Pero parecía que, todo y no ser la primera vez que veía a ese animal, su presencia lo perturbaba sobremanera. De hecho ya ni se importaba que yo lo estuviera mirando. Solo modificó su expresión para una más seria y añadió: -El lugar donde nos encontramos es conocido como Río de Sangre, es una tierra de guerreros. Nadie puede permanecer en ellas sin demostrar su valía como tal.- Hizo una pausa, sacando del lateral derecho de su cinturón un cuchillo.- No sé de donde vienes ni me importan tus costumbres, aquí son tus hazañas las que deciden tu nombre, y hasta que demuestres lo contrario, para mí no eres nadie.- Lanzó el cuchillo en mi dirección, haciéndome saltar de pánico, pero no me lo tiraba a mí, sino al tronco donde caminábamos, bien cerca de mis pies. Estaba claro el mensaje: tenia que enfrentarme a la pantera... o morir. Yo lo miraba dubitativo. Su mirada me recordaba a la de Ash-Nara, fría, firme, no aceptaría un "no" como respuesta.
Miré hacia abajo, ahí estaba. A poco más de un metro del árbol, el depredador olisqueaba en círculos, siguiendo el rastro de mi pánico. Solo tendría una oportunidad: tenia que sorprenderla. Si la pantera me veía, todo habría acabado para mí, había oído que esos animales no conocían el miedo. Tendría que saltar. Respiré hondo. Seguidamente, bajo la crítica mirada del ballestero, cogí el cuchillo por la empuñadura con mi mano buena, la izquierda, y lo traté de desclavar de su prisión. Estaba bastante preso, tuve que esforzarme bastante. Mi observador, al parecer, era bastante fuerte. Cuando lo conseguí, lentamente acerqué mi pecho a la base del tronco, ayudado por mis brazos, que ya no se sentían tan debilitados por la cirugía. No podía usar mi poder en ese momento, quizás no era conveniente descubrirme como usuario de aquella característica. Muy lentamente y sin apartar la vista de la que ahora era mi presa, me desplazaba cautelosamente por el tronco, buscando un ángulo seguro para llegar a ella sin darle tiempo a reaccionar. Lo encontré: Desde donde me encontraba ahora caería exactamente en el punto en el que ella caminaba en círculos. Con el cuchillo mirando al suelo, dejé caer mi cuerpo hacia adelante, como desplomándose, y cuando me encontraba boca abajo, casi perpendicular con el árbol, se me ocurrió impulsarme con los pies para ganar más velocidad. Llegué a ella mucho más rápido de lo que esperaba, de lo que los dos esperábamos. Logró girarse, pero solo le sirvió para ver el rostro que lucía su final. El impacto fue tan brutal que recuerdo haber bailado unas cinco vueltas por lo menos con su cuerpo muerto, con mi cuchillo clavado hasta el fondo en su espina. La adrenalina se había apoderado de mi cuerpo, parecía que mi sangre había enloquecido, mis ojos encendidos, querían más, imploraban por más sangre, tenían sed. Traté de calmarme, no fue fácil. Me giré ardiendo de furia cuando otro cuerpo se posó a unos pasos de mí. Sus ojos, aunque estuviera siendo amenazado por su propio cuchillo, lucían un aire de satisfacción.

-Tranquilo, ahora ya ha pasado. -Dijo, apartando con su mano el cuchillo de su garganta.- Me presento a ti con el nombre de mi hazaña, como Guerrero Lobo. Es un honor abrirte los brazos de la comunidad como a un hermano recién nacido. En nombre de las fuerzas naturales de esta tierra, yo te bautizo como Guerrero Pantera. Ese cuerpo que yace a tus pies ahora te pertenece, así funciona en este mundo: Eres dueño de lo que conquistas o matas, y llevas el nombre de tu primera hazaña guerrera, o más bien, el de tus cualidades y el estilo demostrados en ella. "Bienventúrame" recibirte ahora, hermano. Sígueme, te llevaré a nuestro poblado."

¿Iba en serio?¿Bryan era también el Guerrero Pantera? Parecía algo imposible, como hacía para tener tantas identidades al mismo tiempo. ¿Qué edad tenia ese diario?
En aquél momento, de la misma forma que había sucedido en el día anterior, Mhu-Ghen apareció en el centro de la sala principal del Castillo de la Saeta de la Tormenta Helada. Lucía una sonrisa mayor todavía que la de la última vez: Sabía que tendría lo que venía a buscar. Sihr-Thal lo miraba con los mismo ojos de siempre, prometiendo que no le daría margen de error.